Y pensaba que lo haría. Vladímir Arséniev escribió: “no quería dejar ir mis sentimientos delante de extraños”. Cuando leí el último capítulo de Dersú Uzalá, los hechos descritos allí me resultaron más bien lejanos y poco emotivos. No es de extrañar, teniendo en cuenta que el autor no quería dejar ir sus sentimientos. Es algo que se nota en el texto. Y por eso no lloré. Vladímir no escribe que él no lo hiciera. En cualquier caso no conectó con lo que sentía y no lo transmitió en el texto, al traspasar las notas de viaje al libro.

Para quien no haya leído Dersú Uzalá, de Vladímir Arséniev, le puede resultar algo críptico lo que explico. Pero, claro, no voy a desvelar el final del libro. Y, ¿por qué pensaba que lloraría? En el resto del libro el autor y protagonista se muestra mucho más sensible, tanto en las descripciones de la naturaleza como de su amistad y admiración hacia Dersú. Y yo me siento identificado con todo ello. Parece que estuviera allí cuando lo leo, me siento en parte el explorador Vladímir y en otra el Dersú autosuficiente en la taigá, que vive en comunión con la naturaleza.

V.K. Arséniev y Dersú Uzalá en 1906, tras una ruta por el río Kulumbé
Vladímir Arséniev y Dersú Uzalá en 1906, tras una ruta por el río Kulumbé