Parc Natural de Sant Llorenç del Munt i Serra de l'Obac
Y ahora, ¿por dónde continúo? ¡No hay camino!

No lo tenía nada claro. Parecía que no existía ningún camino para continuar. ¿Y ahora qué hago? Ya había consultado todos los mapas que tenía a mano y, escogiera la ruta que escogiera, llegaba un momento en que no había continuación posible. No podía llegar a mi destino.

Finalmente pensé, ¿qué es lo que quiero? La respuesta estaba clara: ver de cerca la roca de la Falconera y pasar por el Turó de la Roureda y el Pujol de la Mata. Y después caminar en dirección a la Alzina del Sal·lari evitando la Ruta dels 3 Monts. Y me quedé con eso. Ya tenía toda la información que necesitaba para dar el primer paso. Así que cerré el ordenador, cogí los mapas de papel, cargué los virtuales en el móvil y cogí la mochila con suficiente comida, agua y ropa para pasar un día en la montaña.

¿Encontraré un sendero que me lleve a mi objetivo?

En un par de horas ya estaba avanzando por el sendero hacia mi objetivo. Paso a paso. Al principio el camino estaba claro. Pasé por la Falconera, trepé hasta la Roureda y la Mata y disfruté de aquel rincón que no conocía. ¡Primer objetivo conseguido! Ahora a por el segundo, caminar en dirección hacia la Alzina del Sal·lari. Y así lo hice. Paso a paso, me di cuenta de que, en cada instante, estaba haciendo lo que deseaba. Y que, sólo poniendo un pie delante del otro podía saber donde pondría en siguiente.

Bien, en realidad era más que eso. A veces me fijo en cómo camino por la montaña y ya sé cuáles serán los 3 o 4 pasos siguientes, dónde pondré los pies. Exactamente. Y, a cada paso descubro el siguiente que me falta. Cada vez un poquito más allá. ¿No os sucede lo mismo?

Y así es como, paso a paso, llegué al lugar donde, con los mapas desparramados sobre la mesa y el suelo y con el ordenador abierto, no veía claro por donde continuar. Una vez sobre el terreno, vi cuál sería el siguiente paso, pues sí que existía un sendero, una opción que no constaba en los mapas consultados. Y así, poniendo un pie tras otro, conseguí mi objetivo: llegar a la Alzina del Sal·lari.

Aprendo con la experiencia y la montaña me ayuda

La montaña es una escuela de vida que me enseña muchas cosas. Es un aprendizaje profundo. No es el conocimiento intelectual, la teoría, todo esto ya lo tenía. Es el aprendizaje de la experiencia, de aquello que se integra de verdad.

Ese día aprendí que, a veces, no es necesario planificar tanto (¡y eso que me gusta y sé hacerlo!) Lo que hace falta es dar un paso y así vendrá el siguiente. Y disfrutar del camino sin tener necesariamente claro el destino, sino sólo la dirección. Porque aquel día conseguí mi objetivo, pero podría no haber sido así y disfrutar igualmente del camino.

Y a ti, ¿qué te ha enseñado la montaña? ¿Qué aprendizajes aplicas en la vida diaria? Si te apetece, lo puedes compartir en los comentarios.